Sábado, 18:03 hs. Un bar del centro. Está sentada en una mesa al fondo, recostada sobre la ventana . Mira su reloj y toma un sorbo del capuccino recién servido. Un camarero la mira, ella se siente observada y saca un libro de su bolso. Trata de concentrarse en la lectura pero no lo logra. Entre las hojas del libro esconde una rosa seca. Cierra el libro, lo deja en la mesa y observa por la ventana a los transeúntes pasar y vuelve a tomar un trago del capuccino semi frío.Ella concentrada sigue leyendo embriagadándose de frases soñadoras y se pregunta cómo pudo haber llegado tan lejos, a un encuentro, pero es que del otro lado había un hombre que en las largas horas de chat que ambos compartían durante el horario de trabajo, le había dicho que él era capaz de hacer cualquier cosa por amor. Y eso a ella le gustaba, lo quería, lo necesitaba. De pronto, por encima de sus ojos una rosa seca cae suavemente sobre las hojas del libro, al levantar la vista no puede comprender lo que tiene delante de sus rostro.
El hombre que ella esperaba, se encontraba delante, y ahora parado frente a la mesa y con una sonrisa suave le estaba diciendo que la esperaba en casa a cenar cuando ella haya terminado su capuccino. Ella sintió su cara congelarse. Llevaban 12 años de casados, y él bien le había dicho en su mail, que era capaz de hacer cualquier cosa por amor. El dejó el bar y se perdió entre la gente.
Llamó al camarero.
Todo su rostro se transformó, y quedó un largo tiempo sentada mirando hacia afuera con la boca seca y la mirada colgada en un punto allá afuera, dónde los transeúntes pasaban inadvertidos.
















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